/ 2021

Del barco centerena

Un día cualquiera (que no sea un domingo), llegate a la puerta de mi casa. Es la de hierro blanco, te lo aclaro porque está justo al lado de otra que parece igual, aunque no lo es, no solo porque sea negra. (...)

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Espera a que la vereda esté mojada, cuando baldean dejan la manguera trabando la puerta y se puede abrir sin mayor dificultad.

Entrá.

Tus suelas van a estar mojadas, por eso es importante que des pasos lentos, el piso de la entrada sabe resbalarte. Caminá unos metros hacia adelante, a tu derecha la puerta alta de madera es por donde vas a pasar. Antes, y sin hacer mucho movimiento, con el rabillo del ojo mira hacia la izquierda ¿todavía es posible verse en el espejo?

Seguro vas a quedarte unos segundos observando el sonido que habita en el interior, después de hacerlo subí por la escalera de madera, si no me crees contalos, pero son 39 escalones y dos descansos. En este punto es muy importante no agarrarse al pasamanos sino acariciarlo, hay algo que pasa entre la piel y la madera que debe ser experimentado al menos una vez en la vida.

Arriba hay 5 puertas, metete por alguna, si es la de mi hermano escribí algo en su tablero de dibujo y no lo borres, si es la de mis viejos sentí el olor que dejan las seis colillas de Parissiene aplastadas en el cenicero, si es el nuestro, esconde el libro de García Lorca debajo de las remeras del primer cajón del único placar, de mi hermana no toques nada.

Hay algo que no te dije, aunque seguro ya te diste cuenta, hay tres rincones que no se pueden atravesar.

Con mis hermanos sabemos que hay infinitas formas para llegar a la terraza, elegí una. Cuando llegues no ignores las burbujas de aire que se arman en el piso de brea, respiran y no tienen extremidades. Una vez que estés parada en la parte inferior de la baranda vas a haber llegado al punto más alto de la casa, desde ahí se ve casi toda la cuadra: la parada del 26, el terreno baldío tapiado, la casa de Mariana sin Mariana, los gritos de los de Molina, el super Equus.

Cuando comiences el descenso desde la terraza, nunca mires hacia abajo. Si para bajar elegiste la forma curva-larga-cerrada, entonces vas a estar muy cerca de la pileta y el aire a jazmín se va a estar disolviendo en el agua, que de julio a diciembre está, podríamos decir, con un nivel de podredumbre importante. Encontrá cualquier cosa con forma de palito, concéntrate y dibujá un punto en la superficie del agua, observá como cientos de larvas de moscas que estaban suspendidas como partículas van a empezar a moverse, como si revivieran de un sueño. Cuando el agua y las larvas estén de nuevo adormecidas y nadie te escuche decir que nunca estuviste ahí, te podes ir.

Dejá pasar unos días, que el recuerdo se haga borroso y que no sea un domingo y construí algo que proponga que esa casa todavía habita esa cuadra.